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Ecofeminismo: Liberar la Vida.

  • CARLA AVILA
  • 18 mar 2017
  • 5 Min. de lectura

El Ecofeminismo es una corriente de pensamiento que se origina entre la década del 70 y del 80, y que surge a partir del diálogo entre los Movimientos Feminista y Ecologista. A pesar de que al interior del Ecofeminismo hay una enorme diversidad de enfoques, pueden resaltarse algunos principios fundamentales que hacen del mismo una interesante propuesta, además de una herramienta de acción sumamente crítica, emancipadora, antipatriarcal y anticapitalista.

Una de las contribuciones del Ecofeminismo ha sido poner en evidencia los paralelismos que existen entre los mecanismos de dominación y violencia contra la mujer así como la dominación y destrucción de la naturaleza.

Una de sus exponentes es Vandana Shiva (Fisica Nuclear, Filósofa y Escritora India) quien propone al Ecofeminismo como una visión del mundo holística, que no solo exige el reconocimiento de los derechos de las mujeres sino que reconoce el derecho de todas las especies y de la naturaleza. Proponiéndose deconstruír el Imperio del Hombre que se fundamenta en la inferioridad de las demás especies (animales, vegetales, la mujer y la naturaleza). Vandana considera que “El feminismo que no es ecologista es una reproducción del patriarcado: busca el empoderamiento de las mujeres en la forma masculina que hemos recibido del capitalismo patriarcal”. Para ella, la convergencia entre ecologismo y feminismo se convierte en una vía natural, en tanto cualquier feminismo desvinculado de una conciencia ecológica crítica, terminará siendo funcional al capitalismo, y en tanto cualquier ecologismo que no se proponga una perspectiva de género acabará por ser un ecologismo espectral que tampoco logre desvincularse del capitalismo.

Por otro lado, para Yayo Herrero, (antropóloga, ingeniera, profesora y activista ecofeminista española), el Ecofeminismo nos dice que es necesario reconocer que la vida humana implica una doble dependencia en tanto se sostiene por un lado, de la naturaleza (ecodependencia), pero por otro lado también la vida humana se sostiene y reproduce gracias al invisibilizado y desvalorizado trabajo que sostienen las mujeres en las sociedades patriarcales (interdependencia. Esto último teniendo en cuenta que las personas necesitan cuidados y atenciones especiales durante la infancia e inclusive durante la vejez, y que tal tarea ha sido designada a las mujeres (muchas veces a través de mecanismos perversos de obligación) a partir de la división sexual del trabajo que el modelo hegemónico patriarcal y capitalista ha impuesto. Este sistema que se centra en la valorización monetaria de la producción invisibiliza que esta producción depende de aquello que proporciona la naturaleza y de estos trabajos que se realizan en espacios invisibles a la economía como son los hogares, por lo que tanto la mujer como el ecosistema han estado sometidos al hombre durante mucho tiempo.

Queda claro que el Ecofeminismo es ante todo una mirada crítica (que incita a la acción) hacia todas las formas opresoras que al tiempo que profundizan las desigualdades, están amenazando la vida. Para Yayo Herrero: “Podría decirse que globalmente se le ha declarado la guerra a la vida, a los territorios, a la naturaleza y a los cuerpos de las personas. Se ha establecido un modelo global y hegemónico, económico, cultural y político que directamente es biocida, patriarcal, colonial y capitalista. Y con esas lógicas y con esos pilares, lo que se ha fabricado es un tipo de persona, una manera de entender el mundo que le es muy funcional al propio sistema que está destruyendo el conjunto de la vida. Es decir, hemos terminado como cultura, conformando unos imaginarios dominantes que nos impide ver la destrucción y que además sostienen un modelo que va en contra de la mayor parte de las personas.”

El ecofeminismo nace a partir de la reivindicación del derecho sobre el propio cuerpo, pero representa una doble lucha; la de la igualdad y la de la protección del mundo natural. Por lo que el primer principio que debemos tener en cuenta es el reconocimiento de la Tierra como un ser vivo que sostiene todas las vidas.

Algunas premisas innegables sobre las que el Ecofeminismo nos propone reflexionar:

  1. Nada puede crecer indefinidamente en un planeta con límites.

El planeta Tierra cuenta con una cantidad finita de materiales y por tanto la extracción y uso de los mismos no puede ser ilimitada.

Los llamados recursos no renovables están limitados por la cantidad total disponible. Y los renovables presentan el límite de la velocidad a la que se regeneran. (Que no puede ser el ritmo que este sistema depredador exige)

  1. Todo está relacionado con lo demás.

En los ecosistemas se producen interacciones continuas entre las especies, y entre éstas y su medio. Lo que una especie desecha es el alimento de otra; la materia se recicla constantemente a través de la trama de la vida; la diversidad natural asegura la recuperación; la vida humana se mantiene gracias a redes de cuidados que nos alimentan en la infancia y nos apoyan en la vejez... La vida, desde sus inicios, hace varios miles de millones de años, se ha extendido por el planeta creando una red.

Pero, muchas intervenciones humanas sobre los sistemas naturales no consideran su funcionamiento en red. Con frecuencia se actúa sobre unas partes del sistema sin tener en cuenta las perturbaciones que sufre el conjunto y se destruyen las estructuras de relaciones que permiten que se regenere la vida.

  1. Los conceptos y formas de pensar que han generado tal crisis no servirán para resolverla.

La ciencia moderna y el modelo de desarrollo que plantea el capitalismo, articulados en torno a premisas patriarcales y coloniales son responsables de la crisis económica, cultural, ecológica y social en la que nos encontramos como humanidad.

Reconocer que la propia vida es tan solo una parte del resto de la trama de la vida, permitirá que la lucha por la defensa de mis derechos, se vuelva lucha que defienda los derechos de la vida en todas sus manifestaciones.

No es posible terminar este artículo sin recordar a una gran exponente latinoamericana, a una defensora de la vida, a Berta Cáceres.

Berta encabezó la lucha del pueblo lenca, la mayor etnia indígena de Honduras, en su lucha contra la represa de Agua Zarca. La construcción estaba prevista en el noroeste del país en el Río Gualcarque; río sagrado para las comunidades indígenas y vital para su supervivencia. Las movilizaciones de este pueblo lograron que el constructor más grande de represas a nivel mundial, la compañía de propiedad estatal china Sinohydro, retirara su participación en el proyecto hidroeléctrico, y que la Corporación Financiera Internacional, institución del Banco Mundial que invierte en el sector privado, también abandone la iniciativa.

A pesar de las constantes amenazas que recibía Berta, no dejó de exigir que se respeten los derechos de los pueblos, de las mujeres, de la madre naturaleza. Los poderosos quisieron callar su voz y desaparecer su ejemplo, y el 2 de Marzo del 2016 fue asesinada, como muchos de sus compañeros.

Al cumplirse un año de su muerte les dejo estas palabras que dicen claramente quien fué, y quien seguirá siendo porque quien muere por la vida no merece llamarse muerto!

“Nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de estar solo contemplando la autodestrucción basada en la depredación capitalista, racista, y patriarcal. La madre tierra militarizada cercada envenenada donde se violan sistemáticamente derechos elementales, nos exige actuar. Construyamos entonces, sociedades capaces de coexistir de manera justa, digna y por la vida, juntémonos y sigamos con esperanza defendiendo y cuidando la sangre de la tierra y de sus espíritus”.


 
 
 

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